viernes, 1 de febrero de 2013

LA TIERRA, EL UNIVERSO Y NOSOTROS


Nuestra psicología, en general, estimo, parece no compatible con la dimensión de nuestra Tierra y menos aun con el Universo.

La Tierra es un pequeño punto en la galaxia, poco más amplia que Pluton, el diminuto de los planetas. Fotografiada a cientos de miles de kilómetros, la Tierra apenas se divisa. Lo demostró la nave espacial automática en las imágenes que captó, en el 2004.
Nuestro planeta tiene un radio de 6.400 kilómetros. Tarda 24 horas para completar su giro diario de 40.192 kilómetros. Dividimos este número por 24 y nos da una velocidad de 1.674,67 kilómetros por hora.
Que no se le ocurra parar de golpe porque salimos despedidos hacia la galaxia.
En torno del Sol, rondamos durante 365,26 días, sin contar el movimiento de traslación. Viajamos a 107.000 kilómetros por hora. Comparando con la rotación galáctica, en una inmensidad de sistemas estelares, nos embalamos a 810.000 kilómetros hora. El satélite demostró que el sistema solar es pequeñísimo. El amigo Newton no se enteró de ese dato.
Claro es que los planetas son más reducidos que el Sol: Mercury, Venus, Tierra (los vecinos) Mers, Ceres, Júpiter (el más grande), Saturno con su aro, Uranus, Neptuno y Pluto, el pequeñito.
El Sol –que siempre está- demora 27.000 años-luz del centro de la galaxia y demora 200 millones de años en esa traslación.
La Vía Lactea está suelta en el espacio, en el movimiento de la expansión del Universo, en rumbo de colisión con Andrómeda nos dice la ave espacial. Y la velocidad del Universo es de 230.000 kilómetros hora; 23 millones de años-luz de distancia.
Estoy haciendo este relato y las cifras ya me resultan impensables.
Somos parte del Universo en evolución, de cambios constantes. Nuestra existencia parece una aventura.
Escribió Isaac Newton en 1717: “Lo que sabemos (lo que él sabía en realidad) es una gota, lo que ignoramos es un inmenso océano. La admirable disposición y armonía del Universo, no ha podido sino salir del plan de un Ser omniscente y omnipotente”. Con sus descubrimientos aquel científico demostró que la iglesia no tuvo razón sobre la composición del Universo, aunque se refirió a un Ser, se infiere que superior a los hombres y en este punto quizá coincidió con ese pensar trascendente.
El respetado Newton debe haber sospechado que otros hombres más evolucionados en el futuro se meterían en las intimidades del Universo, al menos de uno y que descubrirían que existen otros.
Y demostrarían que la Tierra, nuestro planeta alberga en el presente a más de 6.000 millones de personas, sin contar otros seres que denominamos animales, incluidos insectos casi imperceptibles y que todos nos renovamos, nos peleamos, nos amamos y matamos hasta llegamos a suponer que somos únicos.
El pensamiento nos sirve pero debemos tener cuidado porque a veces nos aconseja mal, muy mal.
Febrero 2013
Canono Elorza

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